La lluvia ácida fue posiblemente uno de los primeros ejemplos que nos demostró que la contaminación es un proceso “globalizado”. Esto se conoce también con el nombre de contaminación difusa, es decir, que el origen no está localizado en un punto concreto. En el caso de la lluvia ácida, la contaminación difusa puede provocar efectos adversos en los ecosistemas que están situados a muchos kilómetros de distancia de donde se originó.
Sacado de la Hubbard Brook Foundation
Este fenómeno está motivado por la alta concentración en la atmósfera de óxidos de nitrógeno y azufre provenientes de la actividad industrial que, al reaccionar con la humedad del aire, provoca que la lluvia tenga un pH bastante ácido, tanto que puede incluso degradar una cantidad importante de masa forestal como muchos bosques del hemisferio norte. Por lo visto, no solo sufren los árboles sino también el ecosistema que lo rodea. Así, este incremento en la acidez se nota también en los suelos como en los cursos de agua presentes en los bosques (ríos, lagos, etc.) y afecta al contenido de determinados minerales silicatados presentes en el suelo en cuya composición existen algunos cationes de reacción básica como el caso del Calcio. Estos minerales son de especial importancia a la hora de mantener las condiciones de oxidación y reducción de los suelos, clave para el mantenimiento de la vida (microorganismos, plantas, etc.). La lluvia ácida ha provocado que en los últimos años, haya habido un disminución importante en este tipo de minerales ya que simplemente, los disuelven al caer la lluvia.
Por lo visto, este tipo de minerales afecta de forma significativa a la dinámica del nitrógeno en bosques. La adición de minerales de Calcio al suelo forestal, concretamente la wollastonita (un Silicato de Calcio) consigue inducir que los árboles reduzcan los procesos de nitrificación, así como la cantidad de microorganismos que asimilan el nitrógeno y la tasa de desnitrificación. Esto significa que los bosques actúan como un regulador del clima ya que asimilan y “secuestran” una cantidad importante del nitrógeno y del carbono presente en los suelos y que podría terminar en el agua o en la atmósfera generando contaminación. Se ha demostrado que en ausencia de masa forestal, la adición de este tipo de minerales al suelo puede provocar un efecto contrario, un incremento en la mineralización del nitrógeno, y por consiguiente de toda la actividad del ciclo del nitrógeno reduciéndose así, su contenido en el suelo.
Aunque ya sabíamos que los bosques tienen un papel fundamental en nuestros ecosistemas, también son un importante regulador de nuestro clima. La pregunta es obvia: ¿Qué pasará en el futuro cuando la contaminación haya eliminado nuestras barreras naturales de protección medioambiental como son los bosques? Pues además de que estar menos protegidos contra las variaciones climáticas, también perderemos parte de nuestra historia geológica como se ha demostrado con las barreras de posidonia del Mar Mediterráneo y la contaminación por metales.
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